
Ven, acompañame amor. Ella escucha e intrigada despierta. Busca al dueño de aquella voz tan bella y familiar. De pronto ve una silueta frente a su lecho. Es él. Al mismo tiempo que sonrie le da la mano. Ella sin pensarlo pone el pie en el piso, el cual nunca toca pues él la ha hecho volar.
Juntos y de la mano salen entre las sedosas cortinas que cubren el balcon. Pasean por calles llenas de sombras, con pisos tapizados de cuerpos podridos y música de lamentos y pesares.
Noche de ronda Luna, tú lo has visto todo. Los has acompañado siempre. En su cama bañanado sus cuerpos desnudos con tu luz, en esa banca donde se juraron amor y a ella en ese cementerio jurandole a una tumba que sería suya eternamente. ¿Qué acaso hay mayor testigo que tú? Lo sabes Luna, tú conoces su amor, conoces el castigo a ese pecado y aun así, siempre los has ayudado. Naturalezas contrarias. Sin embargo confias en su amor.
Bien, es hora de regresar. Este es mi mundo ahora y tú has de volver al tuyo. No por favor, llevame contigo. ¡Sabes que sin tí no estoy viva!. Ella suplica por una eternidad juntos. Él, casi al borde de la locura muerde su cuello con suavidad y dulzura. Sus ojos se abren y en su boca se coagula la saliva y miles de deseos. Ahora la imortalidad los une y ambos se entregan a la pasión. Sus gemidos te producen plaser Luna. Y todos sus orgasmos te llenan de lujuria. Su vestido se deslisa sobre sus curvas. Él besa sus senos, sus labios húmedos, su humildad. Ella lo mira con amor y compacion, él es sólo un niño y tú lo sabes. Entre sus manos se pierde el temor y en sus bocas se respira el deseo. Dulce éstaxis de luz te acompaña. Las horas se van y el tiempo gotea.
Los cuerpos putrefactos aumentan como la dicha de la joven pareja. Succionan su sagre para poder seguir juntos. No hay mayor felicidad que la suya. Sin embargo hay un poder extraño que atenta contra ellos: la insentatez humana. La asquerosa necesidad de venganza.
Mientras ella dormía desnuda contemplando la salvacion, malditas almas poseidas irrumpieron su sueño al sujetarla y apagar sus sirios. Sus gritos podian oirse desgarrando cualquier oido mortal. Pero nadie la escuchaba, nadie. Sólo el silencio quien no pudo ayudarla. Y calló prisionera en el humo eterno y soñó con dioses, y soñó con amor.
Nadie podía escuchuar su llanto cristalino correr por sus mejillas como ríos al mar. Sólo él. Más lo único que alanzó a contemplar fue como ella ardía entre el odio y la mediocridad.
Al extender sus alas para ayudarla, miles de ángeles lo detuvieron mientas él lloraba desesperado. Más sus fuerzas se terminaban, como las de ella. Y con su último esfuerzo busco su tierno rostro que lleno de lágrimas se despedía para siempre. Sus ojos empañados irradiaban amor y sus manos clavadas querian tocarlo por última vez, pero le fue negado. Y lloró, pero sus lágrimas no pudieron apagar las llamas que ardían consumiendo su ser. Y volvió a gritar y con su grito sucumbió también su corazón. Y lloraba y mordía su lengua para no gritar, mientras sus alas eran atadas.
La noche era oscura y las llamas poco a poco dejaron de iluminarla, hasta que porfin, el espiríritu de ella, convertido en aire, las apago. El humo cubrió todo, inclusive tu brillo Luna, inclusive tus lágrimas que corrían como la sangre de ella pisoteada por todos aquellos que ahora se iban confundidos a sus casas. Pronto nadie quedo y entre la soledad se hizo otar una sombra...
Una sombra que buscaba un cuerpo que ya no era terrenal y que ahora cenizas era. Cenizas que escurrían entre sus garras que sangraban, que lloraban, que sufrían y que ardían, y que no comprendían.
Y por fin Luna, los abandonaste. Te fuiste para no ver como el Sol evaporaba al triste demonio que escupia cenizas de la que fue su amada y a la que hoy, en eterna unión, volvió.
Buenas Lunas.
Vankina.
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